jueves, 30 de marzo de 2017

Parid, bella flor de lis







De Francia nos han mandado
a Luisa, moza galana,
para ver si le entra gana
a Carlos el Hechizado.
Anda el pueblo muy azorado
pues Carlos es poco ducho,
…vamos…, que no 'dura' mucho
y en cuanto ve a la zagala
nuestro muchacho se embala
desperdiciando el cartucho.

Los meses se van pasando,
el 'negocio' no prospera
y Carlos se desespera,
su moral se va minando.
Mas Luisa sigue porfiando,
y la Corte la jalea
cuando ve que el Rey flojea.
Nuestra pareja persiste,
…vale más decir subsiste,
aplicada a la tarea.

En el pueblo madrileño
ya circula alguna chanza
por eso de la tardanza
en encargar al pequeño.
'Redoblad Luisa el empeño,
si es preciso con un bis.
Parid bella flor de lis
en aflicción tan extraña
si parís, parís a España
si no parís, a París'.



El último de nuestros reyes Austrias, Carlos II, ha pasado a los anales con el sobrenombre de "El Hechizado". De él se sabe con bastante seguridad que padeció una enfermedad genética conocida como “Síndrome de Kinefelter”.
Esta enfermedad, asociada muy probablemente a la continua endogamia practicada por sus antecesores, se caracteriza por la infertilidad, niveles inadecuados de testosterona, disfunción testicular y aspecto eunucoide.
Conscientes en la Corte de que la enfermiza constitución del Rey presagiaba su temprana muerte, se concertó con bastante celeridad su boda buscando garantizar la sucesión en el trono de España.
La elegida fue la francesa María Luisa de Orleans, de 17 años. Carlos tenía entonces 18.
Pese a que, al decir de las crónicas, Carlos se enamoró de María Luisa y de que ésta le tuvo siempre mucho cariño, el matrimonio nunca llegó a consumarse debido a las diversas disfunciones sexuales que Carlos padecía (entre otras, eyaculación precocísima y falta de producción de líquido espermático).
El ingenio del pueblo madrileño alumbró unos versos que hoy recordamos al integrarlos al final de mis espinelas

Parid bella flor de lis,
en aflicción tan extraña
si parís, parís a España,
si no parís, a París

La historiografía más reciente está revisando su juicio sobre este periodo de nuestra Historia. Frente a la negra visión transmitida durante generaciones, hoy se valora la prudencia de este Rey que, consciente de sus limitaciones y enfermedades, supo rodearse de gente valiosa y favoreció un periodo de estabilidad y recuperación económica tras el cataclismo que supuso el final del reinado de Felipe IV (fin de la guerra de los 30 años y paz de los Pirineos).



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