De
Francia nos han mandado
a
Luisa, moza galana,
para
ver si le entra gana
a
Carlos el Hechizado.
Anda
el pueblo muy azorado
pues
Carlos es poco ducho,
…vamos…,
que no 'dura' mucho
y en
cuanto ve a la zagala
nuestro
muchacho se embala
desperdiciando
el cartucho.
Los
meses se van pasando,
el
'negocio' no prospera
y
Carlos se desespera,
su
moral se va minando.
Mas
Luisa sigue porfiando,
y la
Corte la jalea
cuando
ve que el Rey flojea.
Nuestra
pareja persiste,
…vale
más decir subsiste,
aplicada
a la tarea.
En
el pueblo madrileño
ya
circula alguna chanza
por
eso de la tardanza
en
encargar al pequeño.
'Redoblad Luisa el empeño,
si es preciso con un bis.
Parid bella flor de lis
en aflicción tan extraña
si parís, parís a España
si no parís, a París'.
El último de nuestros reyes
Austrias, Carlos II, ha pasado a los anales con el sobrenombre de "El Hechizado". De él se sabe con bastante seguridad que padeció una enfermedad
genética conocida como “Síndrome de Kinefelter”.
Esta enfermedad, asociada muy
probablemente a la continua endogamia practicada por sus antecesores, se caracteriza
por la infertilidad, niveles inadecuados de testosterona, disfunción testicular
y aspecto eunucoide.
Conscientes en la Corte de que
la enfermiza constitución del Rey presagiaba su temprana muerte, se concertó
con bastante celeridad su boda buscando garantizar la sucesión en el trono de
España.
La elegida fue la francesa
María Luisa de Orleans, de 17 años. Carlos tenía entonces 18.
Pese a que, al decir de las
crónicas, Carlos se enamoró de María Luisa y de que ésta le tuvo siempre mucho
cariño, el matrimonio nunca llegó a consumarse debido a las diversas
disfunciones sexuales que Carlos padecía (entre otras, eyaculación precocísima
y falta de producción de líquido espermático).
El ingenio del pueblo madrileño
alumbró unos versos que hoy recordamos al integrarlos al final de mis espinelas
“Parid bella flor de lis,
en aflicción tan extraña
si parís, parís a España,
si no parís, a París”
La historiografía más reciente
está revisando su juicio sobre este periodo de nuestra Historia. Frente a la
negra visión transmitida durante generaciones, hoy se valora la prudencia de
este Rey que, consciente de sus limitaciones y enfermedades, supo rodearse de
gente valiosa y favoreció un periodo de estabilidad y recuperación económica
tras el cataclismo que supuso el final del reinado de Felipe IV (fin de la
guerra de los 30 años y paz de los Pirineos).
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