domingo, 28 de noviembre de 2010

¡Alcalde!. ¡Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!

"Amanece, que no es poco" (1989), del director español José Luis Cuerda constituye un monumento al humor surrealista.

He aquí algunas muestras












En este enlace se accede al guión de la película, del que es autor el propio José Luis Cuerda

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Otoño en Ordesa


Pincha en las fotos para verlas en grande



Las primeras nieves en el Tozal del Mallo preludian el invierno



Otoño en la Pradera de Ordesa



El suelo es una sinfonía de colores



Las hayas luchan con las rocas para sobrevivir



Eterna pugna entre bosque y piedra



Y como despedida, la Peña Montañesa, apenas vislumbrada entre nubes, vista desde el castillo de L'Ainsa

martes, 2 de noviembre de 2010

La octava víctima






En los anales de la Cristiandad no se ha registrado nunca el acto de un individuo aislado y solitario que se imponga con tan tremendo poder a los corazones como el asesinato de exterminio, perpetrado durante el invierno de 1812*, en que John Williams arrasó dos hogares, aniquiló en una hora a casi dos familias y afirmó la propia supremacía sobre todos los hijos de Caín” (Thomas de Quincey: “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”)

*En realidad los asesinatos ocurrieron en 1811. Se trata de un error de De Quincey


Las familias Marr y Williamson vivían en Ratcliffe Highway, peligrosísimo barrio londinense ribereño del Támesis poblado por marineros y comerciantes. En el lapso de 12 días, ambas familias fueron prácticamente aniquiladas por el marinero John Williams.

7 víctimas (entre ellas un bebé de 14 semanas) y una enorme conmoción en todo el país, por la brutalidad de las muertes. John Williams se suicida en la cárcel y es enterrado en la confluencia de cuatro calles (cerca de St. George’s Turnpike) con una estaca a travesándole el corazón. “Sobre él pasa por siempre el estrépito de la incesante agitación de Londres” (De Quincey)

Thomas de Quincey tiene muy pronto noticia de los hechos y de la impresión que han causado en toda Inglaterra: “Durante doce días consecutivos, creyendo equivocadamente que el asesino había dejado Londres, el miedo que sobrecogía a la gran metrópoli se difundió por toda la isla. Yo mismo me hallaba entonces a unas 300 millas de Londres, y en ese lugar, como en todas partes, el pánico era indescriptible

De Quincey, morboso y obsesivo, reflexiona en tono humorístico sobre la estética del asesinato, bordeando la exaltación de la violencia. Escribe en 1827 y 1829 dos artículos presentados el primero como una conferencia leída ante la Sociedad de Conocedores del Asesinato y el segundo como la crónica de una cena de esta Sociedad. Su ambigüedad queda perfectamente reflejada en la conocida cita de su segundo artículo: “Si uno comienza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del Día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse: la ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento”.

En estos artículos ocupan lugar preferente las atrocidades de Williams que ya habían sido “exaltadas” por De Quincey como paradigma del asesinato unos años antes en su ensayo “Los golpes a la puerta en Macbeth” (1823).

El señor Williams efectuó su debut en el escenario de Ratcliffe Highway, perpetrando aquellos famosos asesinatos que le han procurado tan brillante e imperecedera reputación. A propósito de tales asesinatos, debo observar que en un aspecto al menos han tenido efecto adverso pues el buen conocedor en materia de asesinatos se muestra ahora muy remilgado en su gusto, insatisfecho ante todo lo que desde entonces se ha hecho en esta línea. Todos los demás delitos palidecen ante el intenso carmesí del suyo”.

En 1854, De Quincey publica como post-scriptum una crónica estremecedora de los asesinatos de Williams y de los también célebres de los M’Kean. Abandona todo rastro de humorismo. El tono trágico de la narración parece mostrar que De Quincey ha logrado conjurar los fantasmas que asomaban en sus anteriores relatos.

Si bien la información sobre los asesinatos era muy fragmentaria ante la práctica ausencia de testimonios (las dos familias fueron casi totalmente exterminadas y los supervivientes aportaron pocos datos útiles), De Quincey realiza una recreación de los hechos que logra transmitir toda la angustia, la desesperación y el terror de la muerte a manos de una bestia humana. Es realmente sobrecogedora.


Casi dos siglos después, la conocida escritora de novela policíaca, P.D. James, con el auxilio de T. A. Critchley, reconstruye la historia de estos terribles asesinatos. Utiliza para ello fuentes inéditas y llega a la fundada sospecha de que John Williams ni cometió los siete crímenes ni se suicidó, sino que pudo ser asesinado, convirtiéndose en “la octava víctima”.

“… a pesar de las deficiencias de gran parte de los datos contemporáneos, hay dos conclusiones que resultan indudables. John Williams fue virtualmente condenado y su memoria mancillada con unas pruebas tan inadecuadas, circunstanciales e irrelevantes que ningún tribunal competente lo hubiera procesado basándose en ellas. Y tanto si murió por su propia mano como a manos de otro, es como mínimo probable que el cadáver que fue inhumado con tanta ignominia en la encrucijada cercana a St. George’s Turnpike fuera el cuerpo de la octava víctima”.

Esta edición española de "La octava víctima" lleva a portada el dibujo del rostro de John Williams realizado, a las pocas horas de la muerte de éste, por el gran pintor inglés Sir Thomas Lawrence