Gonzalo
Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar (1453-1515), que ha
pasado a la Historia
de España como “El Gran Capitán”,
tuvo un importante papel durante las campañas militares que llevaron a la
conquista de Granada (1492).
Alcanzó
gloria inmortal tras dirigir a las tropas españolas en Italia en sucesivas
campañas contra Francia que terminaron por dar al Rey Fernando el Católico el
control del Reino de Nápoles, sentando las bases para la expansión española por
Italia que se desarrollaría en las siguientes décadas.
El
Gran Capitán revolucionó el arte de la guerra siendo el principal impulsor de
las técnicas de combate que dieron a los Tercios españoles el dominio en los
campos de batalla durante un siglo y medio.
Nos
narra la tradición que el rey Fernando el Católico pidió a don Gonzalo cuentas sobre
los gastos en que había incurrido durante las victoriosas guerras italianas y
que el Gran Capitán, sintiéndose ofendido por ese requerimiento le habría
contestado de una forma altiva.
Existen
varias versiones de esa respuesta. Una de ellas aparece recogida en una obra de teatro de Lope de Vega.
Sin
embargo, la más conocida de todas es la siguiente:
“Por picos, palas y azadones, cien millones
de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles,
ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no
oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las
campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil
ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas
pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de
ducados.
Dentro
de la colección de anécdotas de Historia de España que les ofrezco en mi serie
de “Los Episodios Nacionales”, para todos ustedes, mi particular versión de
“Las Cuentas del Gran Capitán”
-“En Italia guerreando
conquisté
renombre y gloria,
que
a Vos brindo en la victoria
mi
Señor Rey Don Fernando.
Yo
de Vos nada demando,
con
humildad me presento,
mas
si tenéis un momento,
y
mejor si es un buen rato,
os
haré breve relato
de
mi bélico talento”
-“Saludable
es, Don Gonzalo,
saber
vuestras lides cruentas,
mas
antes…, rendidme cuentas
para
ver si las avalo.
Bien
está vencer al Galo,
sin
duda feliz suceso,
mas
hoy su coste intereso,
aunque
Rey tuyo y Señor,
tengo
alma de Interventor
al
que nadie da con queso”
-“Contadme,
Gonzalo, presto,
cómo
usasteis los dineros
que
procuré de usureros
a
un alto interés compuesto.
Me gozo en el Presupuesto
y
su desvío me aterra
yo
me temo que esta guerra
al
Tesoro va a hacer cisco,
y
ese síncope del Fisco
a
mí, de paso, me entierra”
-“Por
contentaros, Señor,
os
someto a aprobación
detallada
Relación
con
el saldo a mi favor
Soy
del Fisco acreedor
por
los siguientes asientos:
ducados
diez mil quinientos
por
desgaste de campanas
tañendo a triunfo galanas
en
iglesias y conventos
Picos,
palas y azadones
para
enterrar a los muertos
del
enemigo en los huertos,
cien
millones de doblones.
De
frailes en oraciones
por
las almas de soldados
en
el combate inmolados,
en
total, diez mil reales;
por
pertrechos y arsenales
se
abonaron mil ducados.
En
postas y perdigones
no
menos de cien florines,
pendones
y banderines
costaron
diez mil doblones.
…Y
ducados cien millones
por
soportar con paciencia
a
mi Rey que en esta audiencia
las
cuentas pide enojado
al
que un reino ha conquistado
para
gloria de Vuecencia”
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