Felipe se encuentra en el cuarto de estar de su residencia, sentado cómodamente en su sillón de orejas favorito. Ha encendido la televisión animado por la expectativa de presenciar un programa especial sobre Jacques Brel. Hace mucho tiempo ya que no disfruta de tranquilidad suficiente para poderse permitir ver la tele un rato, porque los problemas judiciales se acumulan... Pero hoy ha decidido hacer el esfuerzo de evadirse de ellos durante dos horas. Las canciones de Brel justifican sobradamente este exceso. “Ne me quitte pas” ocupa un lugar importante en el alma de una persona adulta que, por un momento, comienza a volver a su juventud.
Sobre sus rodillas una carpeta y un papel en blanco. En su mano, un lápiz: Felipe intenta recordar una poesía que comenzó a escribir en su adolescencia y que quedó inacabada, como tantas otras cosas.
“Suena lira de mudas gentes boca
refugio de soñadores, donosa
murmullo silente en el alma posa
viento cálido de la noche, toca”
Felipe se siente inundado de una extraña melancolía. Recuerda sus quince años y las muchas noches que se sentó ante su pequeño escritorio escuchando a Brel en el tocadiscos, con el alma llena de poesías que, desgraciadamente, no llegaron a aflorar en el papel. Esos sueños quedaron atrás, pero ahora, por un extraño sortilegio, comienzan a volver a él.
María, su hija pequeña, entra en ese momento en la habitación. Lleva en su mano un papel y un lápiz. Se dirige a él, diciendo con zalamerías:
Hola Papi!, ¿me puedes ayudar? Tengo un problema que no sé resolver. Tengo que despejar la incógnita de X”.
Felipe, con el mando a distancia en la mano (en ese mismo momento estaba subiendo el volumen para escuchar mejor los comentarios de Carlos Tena y Joaquín Luqui), pega un bote y se incorpora muy alterado.
"Hija mía, ¿qué es lo que dices de equis?”
María, con tono didáctico, se dirige a su padre:
“¡Mira Papi, la señorita Mercedes nos ha puesto deberes para casa. Y hay un problema de “mates” que no sé resolver!”
Felipe sigue tenso. María continúa:
"El problema consiste en despejar la incógnita de X”.
María enseña a su padre una hoja arrugada. En ella está escrito el siguiente problema:
2 = 3 - X
Felipe resopla. La inocente pregunta de la niña le ha causado una fuerte alteración. Además las matemáticas no han sido nunca su fuerte.
Por fortuna, sus grandes resortes dialécticos le permitirán salir del paso hasta que su hija se canse de preguntarle. ¡También es mala suerte que Carmen, que sabe de estas cosas, tengo hoy una reunión en Cádiz con los compañeros de la Provincial!
Felipe se dirige a su hija.
-“ La X es una de las siglas del abecedario. Por consiguiente, existe una inicial contradicción en sus propios términos entre los dos aspectos del problema que has presentado a mi consideración. Tenemos, por una parte, dos números, el 2 y el 3, y por otra parte una letra, la X, y la cuestión consiste en determinar si hay posibilidad de establecer algún tipo de relación o implicación, alguna suerte de conexión o correlato entre el 2 y el 3 y la X. Por consiguiente...”
María se empieza a impacientar. Conoce a su padre y se da cuenta de que tiene para rato. Por ello, decide interrumpirle.
"Pero Papi, ¿sabes qué es X o no?”
Felipe se incomoda. Además, no le gusta nada que lo interrumpan en sus argumentaciones.
“Como te decía, María, existe una anastomosis aparente entre los dos aspectos del problema. Por otra parte, la X es una de las letras más escasamente utilizadas en el alfabeto español. Por consiguiente, ...”
María percibe claramente que tiene para mucho rato con su padre. Y tiene prisa porque hoy le toca clase de ballet.
En ese momento entra en la habitación Enriqueta, empleada de la limpieza, que se dirige a Felipe:
"Don Felipe, permita que le retire el cenicero, que lo tiene lleno de colillas de puro. Le dejo este otro que acabo de limpiar”.
Enriqueta repara en María y se dirige a ella con cariño:
“¡Hola preciosa!, ¿qué estás haciendo?”
María contesta:
"Enriqueta, estoy haciendo “mates” con mi papi. Pero me parece que no sabe resolverme la incógnita. ¡Habla y habla, pero no entiendo lo que me dice!”
Enriqueta suspira:
- “Déjame ver si te puedo ayudar”
Felipe se desentiende del problema. Frustrado porque se le ha estropeado la velada, empieza a leer “El País de las Tentaciones”.
Enriqueta –que es maestra en paro y se ha dedicado a la limpieza de hogares para sacarse unas pesetas mientras logra sacar la oposición- analiza el problema que le muestra la pequeña María y afirma con displicencia:
-“ La solución es fácil. Debes pasar la X al otro lado de la ecuación, con signo distinto. Si está con signo menos, has de cambiarla al otro lado con signo más:
2 + X = 3
A continuación debes dejar la X sola, pasando el 2 al otro lado con signo menos:
X = 3 – 2
La solución es evidente. X es igual a 1”
María sonríe con cierta malicia. Se dirige a su padre, que sigue leyendo “El País de las Tentaciones”, y le dice:
- "¡Papi, ya he despejado la incógnita con la ayuda de Enriqueta!,
¡X es Uno!”
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