El tiempo no se ocupa de realizar vuestras esperanzas; hace su obra y levanta el vuelo (Eurípides)
El tiempo huye y no se detiene un instante (Petrarca)
Para los hombres, nada dura; ni la noche estrellada, ni las desgracias, ni la riqueza; todo esto de pronto un día ha huido (Sófocles)
El tiempo pasa sin que el hombre se aperciba de ello (Dante)
El futuro nos atormenta y el pasado nos retiene. He aquí por qué el presente se nos escapa (Flaubert)
No existe ningún tiempo presente, porque lo que llamamos presente no es más que la juntura del futuro con el pasado (Montaigne)
Triple es el paso del tiempo; vacilante se va acercando el futuro; raudo como una flecha vuela el presente; eternamente en calma queda el pasado (Schiller)
El tiempo no espera (V. I. Lenin)
En las alas del tiempo la tristeza vuela (Jean de La Fontaine)
El tiempo mata…
Tiempo: Lo que los hombres siempre tratan de matar, pero que acaba por matarlos (Herbert Spencer)
Se dice que el tiempo es un gran maestro. La desdicha es que mata a sus alumnos (Hector Berlioz)
Todas las horas hieren; la última, mata (anónimo)
¡Todos mis bienes por un poco de tiempo! (Isabel I de Inglaterra- últimas palabras antes de morir)
El tiempo es relativo…
El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos (Henri-Frédéric Amiel)
Sea verano o invierno, el corazón tiene un calendario distinto; lo largo y lo breve del día lo mide según su alegría o su tristeza (Gertrud Triepel)
Cuanto más se tiene en cuenta el tiempo, tanto más se pierde la esperanza de disponer del suficiente; cuanto más se deja correr, tanto más parece que avance (Leopardi)
Si quieres tener poco tiempo, no hagas absolutamente nada (Chejov)
Un momento puede hacernos desgraciados para siempre (Gay)
El tiempo y la eternidad…
El tiempo es la imagen móvil de la eternidad inmóvil (Platón)
Para un enamorado la eternidad es el espacio entre dos besos (Gulliver)
Por favor, ¡ceja ya de una vez!, aunque sólo sea por nosotros
Espíritu del Viento: Tú que soplas por donde quieres, porque toda tierra te pertenece, insufla tu aliento a Zetapé. No te cortes, sopla fuerte, a ver si te lo llevas hasta los confines del Más Acá. Y que no vuelva.
Al oeste de Inglaterra, en el Shropshire, cerca ya de la linde con el País de Gales, se alzan unas modestas montañas cuyas imágenes alimentaron los sueños de mi infancia.
El Long Mynd y los Stiperstones, coronados por la siniestra “Silla del Diablo” (Devil's Chair), constituían el entorno natural en el que un grupo de muchachos integrados en el Club del Pino Solitario vivían unas aventuras llenas de misterio y emoción.
Pocos libros de mi infancia consiguieron transmitirme con tanta fuerza un paisaje. Sólo por ello su autor, el escritor inglés Malcolm Saville, merece ocupar un lugar en el pequeño altar de los mitos de mi niñez junto a los grandes nombres de Julio Verne o Salgari.
Soñé muchos años con viajar al Shropshire y conocer la Silla del Diablo. Las modernas tecnologías me han mostrado finalmente la imagen real de mis sueños.
He satisfecho esa deuda conmigo mismo, pero debo confesar que me quedo sin duda con la visión que se forjó un niño de 10 años.
“En los anales de la Cristiandad no se ha registrado nunca el acto de un individuo aislado y solitario que se imponga con tan tremendo poder a los corazones como el asesinato de exterminio, perpetrado durante el invierno de 1812*, en que John Williams arrasó dos hogares, aniquiló en una hora a casi dos familias y afirmó la propia supremacía sobre todos los hijos de Caín” (Thomas de Quincey: “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”)
*En realidad los asesinatos ocurrieron en 1811. Se trata de un error de De Quincey
Las familias Marr y Williamson vivían en Ratcliffe Highway, peligrosísimo barrio londinense ribereño del Támesis poblado por marineros y comerciantes. En el lapso de 12 días, ambas familias fueron prácticamente aniquiladas por el marinero John Williams.
7 víctimas (entre ellas un bebé de 14 semanas) y una enorme conmoción en todo el país, por la brutalidad de las muertes. John Williams se suicida en la cárcel y es enterrado en la confluencia de cuatro calles (cerca de St. George’s Turnpike) con una estaca a travesándole el corazón. “Sobre él pasa por siempre el estrépito de la incesante agitación de Londres” (De Quincey)
Thomas de Quincey tiene muy pronto noticia de los hechos y de la impresión que han causado en toda Inglaterra: “Durante doce días consecutivos, creyendo equivocadamente que el asesino había dejado Londres, el miedo que sobrecogía a la gran metrópoli se difundió por toda la isla. Yo mismo me hallaba entonces a unas 300 millas de Londres, y en ese lugar, como en todas partes, el pánico era indescriptible”
De Quincey, morboso y obsesivo, reflexiona en tono humorístico sobre la estética del asesinato, bordeando la exaltación de la violencia. Escribe en 1827 y 1829 dos artículos presentados el primero como una conferencia leída ante la Sociedad de Conocedores del Asesinato y el segundo como la crónica de una cena de esta Sociedad. Su ambigüedad queda perfectamente reflejada en la conocida cita de su segundo artículo: “Si uno comienza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del Día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse: la ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento”.
En estos artículos ocupan lugar preferente las atrocidades de Williams que ya habían sido “exaltadas” por De Quincey como paradigma del asesinato unos años antes en su ensayo “Los golpes a la puerta en Macbeth” (1823).
“El señor Williams efectuó su debut en el escenario de Ratcliffe Highway, perpetrando aquellos famosos asesinatos que le han procurado tan brillante e imperecedera reputación. A propósito de tales asesinatos, debo observar que en un aspecto al menos han tenido efecto adverso pues el buen conocedor en materia de asesinatos se muestra ahora muy remilgado en su gusto, insatisfecho ante todo lo que desde entonces se ha hecho en esta línea. Todos los demás delitos palidecen ante el intenso carmesí del suyo”.
En 1854, De Quincey publica como post-scriptum una crónica estremecedora de los asesinatos de Williams y de los también célebres de los M’Kean. Abandona todo rastro de humorismo. El tono trágico de la narración parece mostrar que De Quincey ha logrado conjurar los fantasmas que asomaban en sus anteriores relatos.
Si bien la información sobre los asesinatos era muy fragmentaria ante la práctica ausencia de testimonios (las dos familias fueron casi totalmente exterminadas y los supervivientes aportaron pocos datos útiles), De Quincey realiza una recreación de los hechos que logra transmitir toda la angustia, la desesperación y el terror de la muerte a manos de una bestia humana. Es realmente sobrecogedora.
Casi dos siglos después, la conocida escritora de novela policíaca, P.D. James, con el auxilio de T. A. Critchley, reconstruye la historia de estos terribles asesinatos. Utiliza para ello fuentes inéditas y llega a la fundada sospecha de que John Williams ni cometió los siete crímenesni se suicidó, sino que pudo ser asesinado, convirtiéndose en “la octava víctima”.
“… a pesar de las deficiencias de gran parte de los datos contemporáneos, hay dos conclusiones que resultan indudables. John Williams fue virtualmente condenado y su memoria mancillada con unas pruebas tan inadecuadas, circunstanciales e irrelevantes que ningún tribunal competente lo hubiera procesado basándose en ellas. Y tanto si murió por su propia mano como a manos de otro, es como mínimo probable que el cadáver que fue inhumado con tanta ignominia en la encrucijada cercana a St. George’s Turnpike fuera el cuerpo de la octava víctima”.
Esta edición española de "La octava víctima" lleva a portada el dibujo del rostro de John Williams realizado, a las pocas horas de la muerte de éste, por el gran pintor inglés Sir Thomas Lawrence
“Te querré toda tu vida, hasta que tu muerte nos separe” (Gulliver)
“La cadena del matrimonio es tan pesada que se necesitan dos para llevarla, y a veces tres” (Alejandro Dumas hijo)
“¿Qué serían los hombres sin las mujeres? Escasos, caballero, muy escasos” (Mark Twain)
“Las cataratas del Niágara son la segunda gran desilusión de la novia” (Oscar Wilde)
“Lo peor del matrimonio es la primera semana. Luego, ¡más te valdría no haber nacido!”(Anónimo)
“He tenido mala suerte con mis dos esposas. La primera me abandonó y la segunda, no” (Patrick Murray)
"Mi vida es una balsa de aceite, moteada de gotas de vinagre" (Gulliver)
“Cuando un hombre te roba la esposa, no hay mejor venganza que dejar que se la quede” (Sacha Guitry)
“Mi esposa y yo llevamos 47 años casados y ni una sola vez hemos tenido una discusión lo bastante grave como para pensar en el divorcio; en el asesinato sí, pero en el divorcio jamás” (Jack Benny)
“Mi mujer era básicamente inmadura. Yo estaba en casa en la bañera y ella entraba y me hundía los barcos” (Woody Allen)
Nota aclaratoria.- El título de esta entrada procede de la canción "Déjala" del compositor dominicano Rafael Solano en la versión grabada por el conocido cantante de bachatas Víctor Víctor.
"El amor es eterno
mientras dura
Y tú mirando la luna"
No he conseguido acceder a ninguna versión de la canción. En su lugar, y como conjuro del desamor, les ofrezco un par de hermosas bachatas de este cantante dominicano.
A veces conviene desengrasar las neuronas. Nada mejor para ello que un poco de humor inteligente. Les ofrezco una pequeña maravilla fruto del soberbio talento de los Monty Python, que osaron enfrentar sobre el verde tapete de un campo de fútbol a la flor y nata de la filosofía griega y alemana. El resultado, indescriptible
“El Oeste es un enorme mercado lleno de posibilidades de negocio”, debieron pensar sin duda nuestros modernos pícaros, Jeff Peters y Andy Tucker. Y a su exploración y conveniente explotación se dedicaron ambos con notable éxito. Sus armas: la imaginación y un elaborado código moral en el que la estafa ocupaba lugar preferente. Decía Jeff Peters al respecto: “Espero retirarme algún día de los negocios y cuando lo haga confío en que nadie sea capaz de sostener que yo he recibido jamás un solo dólar de nadie sin darle en cambio un quid pro rata. He procurado siempre dejar a mis clientes algo que puedan al menos guardar en su álbum o en el espacio comprendido entre su reloj de péndulo y la pared trasera de su cuarto de trabajo”. Kentucky, Illinois, Carolina del Norte…, no hay Estado que se libre de las elaboradas técnicas de negocio que desarrollan este par de pícaros, cuya flexibilidad moral tiene, sin embargo, límites que deben respetarse: “Hay dos géneros de ilicitud-dijo Jeff Peters- que debieran ser reprimidos por la ley. Me refiero a la especulación al estilo de Wall Street y al robo. Todo el mundo concordará unánimemente contigo respecto, al menos, a una de esas ilicitudes –respondió Tucker riendo- Pues el robo debe ser extirpado también -insistió Jeff- “
Peters y Tucker son fruto de la imaginación del gran escritor estadounidense William Sidney Porter, más conocido por su seudónimo de O.Henry, maestro del relato corto. Sus aventuras se incluyen dentro de un tomo de relatos denominado “The gentle grafter”, traducido al español como “El honrado tramposo”.
O.Henry vivió en el tránsito de los siglos XIX y XX, falleciendo en 1910. Los relatos que más fama le dieron son los agrupados bajo el nombre “Los 4 millones” (The Four Millions), que hace referencia al número de habitantes que tenía en aquella época la ciudad de Nueva York y los incluidos en la antología “Corazón del Oeste” (Heart of the West)
La vida de O.Henry tiene mucho de sorprendente. Tras ser acusado de desfalco, huyó a Honduras, país en el que vivió varios años y del que regresó voluntariamente, aceptando la cárcel a fin de poder estar cerca de su mujer gravemente enferma.
A O.Henry se debe el término “República bananera” (Banana Republic) empleado en su obra “Reyes y berzas” (Cabbages and Kings), al referirse a la República centroamericana de Anchuria (en realidad, Honduras)
Bandera de la República de Anchuria
“At that time we had a treaty with about every foreign country except Belgium and that banana republic, Anchuria.” (En esos tiempos teníamos tratados con casi todos los países extranjeros excepto Bélgica y esa república bananera, Anchuria)
Boquitas pintadas es seguramente una de las más logradas novelas de Manuel Puig (1932-1990), escritor argentino mundialmente conocido por El beso de la mujer araña llevada al cine en 1985 por Héctor Babenco y protagonizada por William Hurt -que obtuvo un Oscar por su interpretación- y el inolvidable Raúl Juliá).
Manuel Puig se adentra en el mundo de las novelitas de amor, de los folletines (en la misma fuente de la que beben las telenovelas y los culebrones), realizando una espléndida crónica sentimental de una sociedad provinciana y de un tiempo. Boquitas pintadas toma su título de un verso del tango "Rubias de Nueva York" de Le Pera y Gardel.
Deliciosas criaturas perfumadas,
quiero el beso de sus boquitas
pintadas.
Frágiles muñecas
del olvido
y del placer:
ríe su alegría
como un cascabel.
La novela se presenta como un "folletín en dieciséis entregas" que se agrupan en dos partes. Cada parte consta de 8 entregas y cada entrega está encabezada por un fragmento de un tango o de un bolero.
El juego de las canciones y sus letras permite al autor insertar el relato en su adecuado contexto narrativo, teniendo en cuenta los muy diferentes sentimientos expresados en el bolero (asociado al romanticismo, la nostalgia o el idilio) y en el tango (asociado a la sensualidad, la traición, la violencia o el amor fatal).
La primera parte -Boquitas pintadas de rojo carmesí- incluye fragmentos de “Cuesta abajo”, de Le Pera/Gardel (...era para mí la vida entera); “Charlemos, de Luis Rubinstein; “Rubias de Nueva York”, de Le Pera/Gardel (... deliciosas criaturas perfumadas,/ quiero el beso de sus boquitas pintadas); “Tal vez será su voz", de Manzi/Demare (Las sombras que a la pista trajo el tango/ me obligan a evocar a mí también,/ bailemos que me duele estar pensando/ mientras brilla mi vestido de satén); nuevamente “Rubias de Nueva York”, de Le Pera/Gardel (... dan envidia a las estrellas,/ yo no sé vivir sin ellas); “Cuesta abajo” de Le Pera/Gardel (... una lágrima asomada yo no pude contener); “Arrabal amargo” de Le Pera/Gardel (... todo, todo se ilumina); y “Volver” de Le Pera/Gardel (Yo adivino el parpadeo/ de las luces que a lo lejos/ van marcando mi retorno./ Son las mismas que alumbraron/ con sus pálidos reflejos/ hondas horas de dolor).
La segunda parte -Boquitas azules, violáceas, negras- incluye fragmentos de “Cuesta abajo”, de Le Pera/Gardel (...si fui flojo, si fui ciego,/ sólo quiero que comprendas/ el valor que representa/ el coraje de querer); “Volvió una noche”, de Le Pera/Gardel (Sus ojos azules, muy grandes se abrieron,/mi pena inaudita pronto comprendieron/ y con una mueca de mujer vencida/ me dijo: "Es la vida". Y no la vi más), (Se fue en silencio, sin un reproche,/ había en su alma tanta ansiedad...);“Mi Buenos Aires querido”, de Le Pera/Gardel (...fue el centinela/ de mi promesa de amor); nuevamente “Volvió una noche”, de Le Pera/Gardel (... las horas que pasan ya no vuelven más); “Golondrinas”, de Le Pera/Gardel (... la golondrina un día su vuelo detendrá); “Azul”, de Agustín Lara (...azul, como una ojera de mujer,/ como un girón azul, azul de atardecer); y, finalmente, “Volver”, de Le Pera/Gardel (Sentir,/ que es un soplo la vida,/ que veinte años no es nada,/ que febril la mirada/ errante en la sombra/ te busca y te nombra).
Como dice Emir Rodríguez Monegal, Manuel Puig crea en Boquitas pintadas un habla y una escritura basadas en la radionovela, el tango y el folletín. “Los personajes piensan con letras de canciones populares y se emocionan, aman, odian, hasta matan, apoyados en unos versos que escribió algún letrista más o menos olvidado”.
Boquitas pintadas fue publicada en 1969 y llevada al cine en 1974 por Leopoldo Torre Nilsson.
"Coronel Etienne Gerard -me dijo-, siempre he oído decir que usted es un oficial valeroso y emprendedor. No me correspondía a mí confirmar semejantes informes y también habría sido una estupidez desmentirlos. No hice, pues, otra cosa que juntar mis tacones con un tintineo de espuelas y saludar:
- Es usted también un jinete excelente. Admití que lo era.
- Y la mejor espada de las seis brigadas de caballería.
Massena era un hombre que llevaba fama de estar siempre informado con exactitud"
Gerard, soldado valiente y fanfarrón que ha defendido la suerte de Napoleón por media Europa narra en su vejez sus aventuras. Estos relatos, que comenzaron a aparecer como serial en el Strand Magazine en 1895, se publicaron un año después en un volumen con el título de "The exploits of Brigadier Gerard" (que incluye ocho narraciones). Unos años después (1903) se editó un segundo volumen con el nombre de "The adventures of Gerard" (con otros ocho relatos). Existe un último relato titulado "The marriage of the Brigadier" que completa el total de diecisiete aventuras protagonizadas por Gerard.
Gerard viene a España como capitán primero de los Húsares de Conflans. En Zaragoza protagoniza una hazaña extraordinaria que decide narrar en sus memorias. Sus lectores seremos por tanto los primeros en escuchar esta historia "con excepción de dos o tres hombres y de un par de veintenas de mujeres".
La profunda impresión que produjo en toda Europa la dureza de los Sitios de Zaragoza perdura 100 años después en la descripción que Conan Doyle pone en boca del viejo Gerard:
"La enorme ciudad se hallaba ocupada por una horda numerosísima de españoles: soldados, campesinos, clérigos, animados todos del odio más feroz contra los francesesy de la más salvaje resolución de perecer antes que rendirse... Jamás hubo un sitio como aquél, porque lo corriente es que, cuando las fortificaciones caen en poder del sitiador, la ciudad se entrega, pero en Zaragoza la verdadera lucha sólo empezó cuando hubimos tomado las fortificaciones. Cada casa era un fuerte y cada calle un campo de batalla..."
Gerard se presenta voluntario a una difícil misión: penetrar en el interior de Zaragoza para acceder al "Convento de Nuestra Señora" (no está claro a qué convento zaragozano puede querer referirse. Seguramente a ninguno en particular) para volar un depósito de pólvora que se encuentra en una de las cámaras de la planta baja del convento. Gerard entra en Zaragoza embutido en un sayal franciscano. Después de diversos azares, Gerard consigue volar el polvorín y logra la felicitación del Mariscal Lannes y el respeto de sus compañeros de regimiento. Conan Doyle convierte la narración de la aventura en un puro pretexto para resaltar la altanería, el alto concepto de sí mismo y el valor desmedido e inconsciente de Gerard, que se presenta voluntario a la casi imposible misión para demostrar a los oficiales de su Regimiento, que le han recibido con indiferencia, quién es él. El bucle se cierra con el reconocimiento y la admiración de sus compañeros de armas.
No es es uno de los mejores relatos de Gerard. Por supuesto no resiste comparación posible con el titulado "De cómo Gerard mató el zorro". Sin embargo no deja de ser una curiosa e interesante visión de los Sitios de Zaragoza surgida de la genial pluma de Sir Arthur Conan Doyle.
Sábado, 25 de mayo de 1895: "Así, la sentencia de este Tribunal es que cada uno de vosotros sufra dos años de presidio, con trabajos forzados". Oscar Wilde iniciauna dura travesía por las cárceles inglesas (Pentonville, Wandsworth, Reading) que le dejó profundas marcas. La sensibilidad del preso C.3.3. (Wilde ocupaba la celda 3 del tercer rellano de la galería C) vibró como un diapasón al conocer el drama de Charles T. Woolridge, antiguo soldado de la Guardia Real de Caballería, condenado a muerte por haber matado a su mujer y ejecutado en la cárcel de Reading el 7 de julio de 1896.
Wilde compuso un estremecedor poema, "La balada de la cárcel de Reading", lleno de piedad y de esperanza en el amor de Cristo a los hombres. Conmueve su lectura en alguna de las buenas traducciones existentes, pero nada más impresionante que su lectura en inglés.
Como pequeña muestra, algunos fragmentos de la Balada
He did not wear his scarlet coat, For blood and wine are red, And blood and wine were on his hands When they found him with the dead, The poor dead woman whom he loved, And murdered in her bed.
He walked amongst the Trial Men In a suit of shabby grey; A cricket cap was on his head, And his step seemed light and gay; But I never saw a man who looked So wistfully at the day.
I never saw a man who looked With such a wistful eye Upon that little tent of blue Which prisoners call the sky, And at every drifting cloud that went With sails of silver by.
I walked, with other souls in pain, Within another ring, And was wondering if the man had done A great or little thing, When a voice behind me whispered low, "That fellows got to swing” … Yet each man kills the thing he loves By each let this be heard, Some do it with a bitter look, Some with a flattering word, The coward does it with a kiss, The brave man with a sword!
Some kill their love when they are young, And some when they are old; Some strangle with the hands of Lust, Some with the hands of Gold: The kindest use a knife, because The dead so soon grow cold.
Some love too little, some too long, Some sell, and others buy; Some do the deed with many tears, And some without a sigh: For each man kills the thing he loves, Yet each man does not die. …
In Reading gaol by Reading town There is a pit of shame, And in it lies a wretched man Eaten by teeth of flame, In a burning winding-sheet he lies, And his grave has got no name.
And there, till Christ call forth the dead, In silence let him lie: No need to waste the foolish tear, Or heave the windy sigh: The man had killed the thing he loved, And so he had to die.
And all men kill the thing they love, By all let this be heard, Some do it with a bitter look, Some with a flattering word, The coward does it with a kiss, The brave man with a sword!
C. 3. 3.
Nos despedimos con el fragmento de la Balada que se usó como epitafio en la tumba de Wilde
"And alien tears will fill for him Pity's long-broken urn, For his mourners be outcast men, And outcasts always mourn." (y lágrimas extrañas llenarán para él esa urna de piedad tanto tiempo destrozada. Quienes por él están desconsolados serán parias y los parias jamás hallan consuelo) Traducción de E. Caracciolo
Roca, nieve y cielo azul. El sueño de todo montañero
El glaciar nos espera.
La subida se endurece
Un mar de nieve nos recibe. De él emerge un enorme islote rocoso
Una trepada, y ya estamos
Desde la cumbre el glaciar se ve de otra manera
Glaciares colgados en la cara norte
La inmensidad de la montaña pirenaica lo empequeñece todo. Busca el Refugio en la foto.
El Conde Russell amó tanto esta montaña que pasaba largas temporadas en unas cuevas que mandó excavar cerca de la cumbre. El macizo es conocido por los franceses como Vignemale y por los españoles como Viñamala o Comachibosa.
"¿Queréis un nombre para este mundo? ¿una solución para todos sus enigmas? Este mundo es la voluntad de poder y nada más" (F. Nietzsche)
El poder mueve a los hombres por encima de cualquier otra pasión o instinto por lo que, necesariamente, alienta y hace surgir lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Ha habido muchos escritores que han resaltado los aspectos negativos del poder: Shelley, por ejemplo, lo describe como una devastadora pestilencia que contamina todo lo que toca. Montherlant llega a decir que no había posibilidad de un ejercicio humano o racional del poder. Sólo es posible el abuso de poder. Heródoto, finalmente, afirma solemnemente que si se da todo el poder al hombre más virtuoso, pronto dejará de serlo.
Hay quien, como Platón, muestra algo más de optimismo al afirmar que el poder sólo vuelve malos a la mayoría de los hombres que lo detentan.
En un sentido más positivo, Napoleón observa la concurrencia de dos maneras de ejercer el poder, a través de la fuerza y de la inteligencia. De modo insólito, a la vista de su biografía, o quizás por esa misma peripecia personal, afirmó la absoluta impotencia de la fuerza, que siempre acaba vencida por la inteligencia.
Como denominador común de estas consideraciones, podemos afirmar que los pensadores de todas las épocas han apreciado los riesgos del poder y nos han amonestado sobre los perniciosos efectos de sus excesos.
¿Por qué es esto así?, ¿cuáles son las causas del lado oscuro del poder?, ¿cómo podemos corregir sus excesos?
- Cualquier afirmación sobre el poder debe ponerse en relación inevitable con los rasgos caracteriológicos de quienes lo pretenden conseguir y los efectos que sobre los mismos produce su ejercicio.
Nos hallamos ante personas poseídas de una fuerte vanidad y un intenso amor de dominio. Recorren, a fin de satisfacer ambos, una fina arista a cuyos lados se abren prodigiosos precipicios. El final de la escalada será la cumbre, hollada antes por otras muchas personas que han asumido el mismo riesgo en otras épocas, pero plenamente virgen para todos y cada uno de los afortunados triunfadores.
La victoria produce una sensación de plenitud única y genera en el poderoso un doble sentimiento difícilmente llevadero: logra un pleno valor de sí mismo y, a la vez y de modo contradictorio, una enorme prevención frente a toda persona que, a su alrededor pueda suponer un peligro, siquiera potencial a su dominio.
Esta sensación contradictoria tiene una gran intensidad y presiona de modo difícilmente soportable a los detentadores del poder.
La manera de escaparse de la presión es alejar de su entorno a las personas más brillantes intelectual y moralmente, por constituir el más posible origen de peligro y aumentar el número de mediocres. Esto proporciona al poderoso una mayor valoración de sus propias virtudes y una correlativa relajación en los temores a la pérdida de la posición de poder. Es una falsa solución pues conduce de modo indefectible a la ruina política. El poderoso concentra sus sentidos en su propia contemplación y en la contemplación que le hacen sus corifeos, con pérdida del sentido de la realidad que lo circunda. Las limitaciones que ello impone al ejercicio del poder se suelen compensar con el uso de la fuerza. La fuerza conduce al abuso de poder.
Distinta es la posición de otras personas (más reducidas en número) que cuando alcanzan la plenitud que supone la consecución del poder, superan la sensación contradictoria antes descrita rodeándose de personas valiosas, moral o intelectualmente, y asumen el riesgo potencial de verse limitados o privados del poder a cambio del valor adicional que éstos le reportan. Este refuerzo se obtiene de una doble manera: desde un plano interno, en cuanto que el poderoso no puede permitirse un ejercicio autocontemplativo del poder frente a sus propios colaboradores, que son potenciales rivales, pues ello supondría la pérdida de estima por parte de éstos y un posible asalto al poder de los mismos. Desde un plano externo, la energía adicional que aportan los colaboradores valiosos garantiza un ejercicio satisfactorio y adecuado del poder, lo cual ayuda a su perpetuación.
La inteligencia del poderoso es pues el primer mecanismo de limitación del poder. Los poderosos limitan su poder a fin de perpetuarse.
- El poder de los otros actúa como límite en un sentido totalmente idéntico al anterior. Antes hemos dicho que la inteligencia impone que la organización interna del poderoso lo potencie a través de su limitación, a fin de obtener una mayor consistencia frente al exterior. En caso contrario, la propia falta de limitación llevará consigo la pérdida del poder.
Ahora, de la misma manera afirmamos que quien, en el ejercicio de sus potestades, intenta imponerse de manera frontal y por aplastamiento absoluto a los rivales en el poder, esculpe en mármol su propia caida. Sólo aquel que es capaz de limitar su acción, no mostrando a los demás la plenitud de su poder y usando la tendencia de los otros poderosos a ejercerlo sin cortapisas conseguirá su perpetuación. Recordemos la frase de Lao-Tse, según el cual la humildad sirve para actuar sin poder y lleguemos más lejos, diciendo que sirve, más todavía, para actuar con poder.
Terminemos esta digresión con un poco de humor acerca de las barreras del poder y, recordando un sarcasmo de Lichtenberg, digamos que ante la queja de ciudadanos como nosotros por las muchas cosas que hacen mal los poderosos, ellos nos podrían responder: Imagináos el mal que hubiéramos podido hacer y que nuestra torpeza y falta de inteligencia no nos ha permitido concluir.
Al Sur del Polo Norte y al Este del lejano Oeste había una tierra asolada por la fortuna, conocida como la Satrapía de Media (comúnmente denominada "el lugarico de la metad"). Como parte integrante del fabuloso País de los Milagros, sus habitantes estaban acostumbrados a presenciar prestidigitaciones, a admirar el manejo de la piedra filosofal, que todo lo convertía en oro y a escuchar argumentos que demostraban, sin ningún género de dudas, la cuadratura de los círculos.
Sin embargo, la adustez de sus ciudadanos, el rigor de su clima y la pobreza natural de sus tierras había condicionado la actividad de magos y vates en esta Satrapía, de modo que se sentían compelidos a realizar un moderado ejercicio de sus artes. No cabía comparación alguna con el brillo esplendente de los conjuros y sortilegios de sus cofrades de la feraz Satrapía de Vandalia, situada al sur del País y mucho menos era posible equipararse a la alta rentabilidad que obtenían de sus encantamientos sus prójimos orientales y mediterráneos de la Archisatrapía Olímpica (comúnmente denominada del "tres por tres, diez, y me llevo dos").
La situación se transformó con la aparición de un nuevo aspirante al gobierno de la Satrapía, llamado Josemar, mago que había aprendido su oficio en Pedrópolis, pequeño pueblo situado justo en el medio de "Media", y en el que había sido "Pontífice Rural y Pecuario", lo cual le había permitido aprender un buen número de encantamientos.
El gobierno de la Satrapía era ejercido, en aquel entonces, por una duarquía inestable integrada por el simpar Emelio y el popular Yago, conocido también como "pequeña lanza". Josemar, utilizó un poderoso sortilegio, que le granjeó la adhesión del brujo Gomarex, Señor de la Estepa belsitana y custodio de la llave del arca real en la que se guardaba los símbolos del gobierno de la Satrapía: una espiga de trigo y una rama de sabina. Gomarex, anulada su voluntad por el sortilegio de Josemar, le entregó la llave, convirtiéndole en el nuevo Sátrapa de Media.
El doncel Hippolytos de Esmirna juró venganza. Mesíades de Bactriana, rasgadas las vestiduras, lloró amargamente. Pero de nada sirvieron las lamentaciones. Los duarcas tuvieron que marchar al exilio, acompañados de sus fieles.
Josemar no perdió el tiempo. Procuró rodearse de magos y hechiceros de probada capacidad. ¡quién mejor que el egipcio Ramontej para el gobierno interior de la Satrapía!. ¡y dónde buscar un mejor Tesorero de Palacio sino en la Archisatrapía Olímpica. Seguro que Euxeniadales sería una buena elección!
Para los demás puestos, un poco de equilibrio. Josantocidres, Señor de Ugetemas, a Industria; Ve-gatha, guardiana del Avesta y fiel sacerdotisa de Ahura-Mazda a Educación; y para no olvidar a los montañeses del Norte, Bienestar Social para Calvias, Señor de las tierras de Araconia. También un poco de mostaza, Medio Ambiente para Radio, Señor de los Medios.
La intendencia de palacio quedaría a cargo de su discípulo, aprendiz de mago, Tognocases. El servicio de información y comunicación, asignado a Guarignos, se mejoró con la compra de loros adiestrados, cotorras y palomas mensajeras.
Josemar no se olvidó de la adhesión que le había manifestado Treviniel, Pontífice de la capital de Media, Pasargoza, otorgándole numerosas recompensas y distinciones, entre las que podemos destacar, por su importancia, su nombramiento como Copero Real.
Se cuenta que, en uno de sus viajes, en la ciudad de Gordio, Josemarmostró interés por examinar el famoso nudo en ella existente.
Decía la tradición que quien resolviera el enigma del nudo, aseguraría su dominio perpetuo sobre la Satrapía, e incluso llegaría a gobernar todo el País de los Milagros. Impaciente, se enfrentó al nudo, auxiliado por toda su corte, y fue absolutamente incapaz de desenredarlo, a pesar de que puso en práctica todos sus sortilegios.
Afectado por el fracaso, pero en absoluto desanimado, se tuvo que enfrentar a una revuelta palaciega encabezada por Josantocidres y Ve-gatha, que criticaban sus decisiones.
La resolvió con facilidad, mandando a ambos al destierro y sustituyéndolos por dos fieles súbditos, Gelabós de Oxca, y Radio de los Medios, que abandonó el Medio Ambiente.
Josemar fue famoso por su habilidad para hacer desaparecer toda clase de objetos, desde papeles hasta sillones. En especial fue comentado un truco en el que hacía desaparecer una cacatúa en las habitaciones de palacio. Tras varios días de búsqueda infructuosa por parte de la corte, ante la sorpresa de todos, la hacía aparecer en el lugar más insospechado. Tras recibir una ración de alpiste mágico, la cacatúa repetía punto por punto todas las conversaciones que se habían producido en palacio durante esos días, para algarabía de los amigos de Josemar. En una de las conversaciones más aclamadas se conocieron los detalles más íntimos de la turbulenta relación existente entre el Copero Real y la doncella portadora de los Aromas.
El final es conocido pues está escrito en todas las crónicas. Josemar tuvo que abdicar de su trono y retirarse a Pedrópolis, su lugar de origen donde vivió muchos años dedicado a la venta de forraje para caballerías.
No ha existido nadie que haya ejercido bien un poder conquistado con maldad (Tácito)