Al Sur del Polo Norte y al Este del lejano Oeste había una tierra asolada por la fortuna, conocida como la Satrapía de Media (comúnmente denominada "el lugarico de la metad"). Como parte integrante del fabuloso País de los Milagros, sus habitantes estaban acostumbrados a presenciar prestidigitaciones, a admirar el manejo de la piedra filosofal, que todo lo convertía en oro y a escuchar argumentos que demostraban, sin ningún género de dudas, la cuadratura de los círculos.
Sin embargo, la adustez de sus ciudadanos, el rigor de su clima y la pobreza natural de sus tierras había condicionado la actividad de magos y vates en esta Satrapía, de modo que se sentían compelidos a realizar un moderado ejercicio de sus artes. No cabía comparación alguna con el brillo esplendente de los conjuros y sortilegios de sus cofrades de la feraz Satrapía de Vandalia, situada al sur del País y mucho menos era posible equipararse a la alta rentabilidad que obtenían de sus encantamientos sus prójimos orientales y mediterráneos de la Archisatrapía Olímpica (comúnmente denominada del "tres por tres, diez, y me llevo dos").
La situación se transformó con la aparición de un nuevo aspirante al gobierno de la Satrapía, llamado Josemar, mago que había aprendido su oficio en Pedrópolis, pequeño pueblo situado justo en el medio de "Media", y en el que había sido "Pontífice Rural y Pecuario", lo cual le había permitido aprender un buen número de encantamientos.
El gobierno de la Satrapía era ejercido, en aquel entonces, por una duarquía inestable integrada por el simpar Emelio y el popular Yago, conocido también como "pequeña lanza". Josemar, utilizó un poderoso sortilegio, que le granjeó la adhesión del brujo Gomarex, Señor de la Estepa belsitana y custodio de la llave del arca real en la que se guardaba los símbolos del gobierno de la Satrapía: una espiga de trigo y una rama de sabina. Gomarex, anulada su voluntad por el sortilegio de Josemar, le entregó la llave, convirtiéndole en el nuevo Sátrapa de Media.
El doncel Hippolytos de Esmirna juró venganza. Mesíades de Bactriana, rasgadas las vestiduras, lloró amargamente. Pero de nada sirvieron las lamentaciones. Los duarcas tuvieron que marchar al exilio, acompañados de sus fieles.
Josemar no perdió el tiempo. Procuró rodearse de magos y hechiceros de probada capacidad. ¡quién mejor que el egipcio Ramontej para el gobierno interior de la Satrapía!. ¡y dónde buscar un mejor Tesorero de Palacio sino en la Archisatrapía Olímpica. Seguro que Euxeniadales sería una buena elección!
Para los demás puestos, un poco de equilibrio. Josantocidres, Señor de Ugetemas, a Industria; Ve-gatha, guardiana del Avesta y fiel sacerdotisa de Ahura-Mazda a Educación; y para no olvidar a los montañeses del Norte, Bienestar Social para Calvias, Señor de las tierras de Araconia. También un poco de mostaza, Medio Ambiente para Radio, Señor de los Medios.
La intendencia de palacio quedaría a cargo de su discípulo, aprendiz de mago, Tognocases. El servicio de información y comunicación, asignado a Guarignos, se mejoró con la compra de loros adiestrados, cotorras y palomas mensajeras.
Josemar no se olvidó de la adhesión que le había manifestado Treviniel, Pontífice de la capital de Media, Pasargoza, otorgándole numerosas recompensas y distinciones, entre las que podemos destacar, por su importancia, su nombramiento como Copero Real.
Se cuenta que, en uno de sus viajes, en la ciudad de Gordio, Josemar mostró interés por examinar el famoso nudo en ella existente.
Decía la tradición que quien resolviera el enigma del nudo, aseguraría su dominio perpetuo sobre la Satrapía, e incluso llegaría a gobernar todo el País de los Milagros. Impaciente, se enfrentó al nudo, auxiliado por toda su corte, y fue absolutamente incapaz de desenredarlo, a pesar de que puso en práctica todos sus sortilegios.
Afectado por el fracaso, pero en absoluto desanimado, se tuvo que enfrentar a una revuelta palaciega encabezada por Josantocidres y Ve-gatha, que criticaban sus decisiones.
La resolvió con facilidad, mandando a ambos al destierro y sustituyéndolos por dos fieles súbditos, Gelabós de Oxca, y Radio de los Medios, que abandonó el Medio Ambiente.
Josemar fue famoso por su habilidad para hacer desaparecer toda clase de objetos, desde papeles hasta sillones. En especial fue comentado un truco en el que hacía desaparecer una cacatúa en las habitaciones de palacio. Tras varios días de búsqueda infructuosa por parte de la corte, ante la sorpresa de todos, la hacía aparecer en el lugar más insospechado. Tras recibir una ración de alpiste mágico, la cacatúa repetía punto por punto todas las conversaciones que se habían producido en palacio durante esos días, para algarabía de los amigos de Josemar. En una de las conversaciones más aclamadas se conocieron los detalles más íntimos de la turbulenta relación existente entre el Copero Real y la doncella portadora de los Aromas.
El final es conocido pues está escrito en todas las crónicas. Josemar tuvo que abdicar de su trono y retirarse a Pedrópolis, su lugar de origen donde vivió muchos años dedicado a la venta de forraje para caballerías.
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