miércoles, 8 de abril de 2020

Semana Santa 2020


A Cristo en la Cruz y las siete palabras
(Lope de Vega)
 
¿Quién es aquel caballero
herido por tantas partes,
que está de morir tan cerca
y no le conoce nadie?
Jesús Nazareno dice
aquel rotulo notable:
¡ay Dios! que nombre tan dulce
no merece muerte infame.
Después del nombre y la patria
rey dice más adelante;
pues si es rey, ¿cómo de espinas
han osado coronarle?
Dos cetros tiene en la mano,
mas nunca he visto que enclaven
a los reyes en los cetros
los vasallos desleales.
Unos dicen que si es Dios
de la cruz descienda y baje,
y otros, que salvando a muchos
a si no puede salvarse.
De luto se cubre el cielo
y el sol de sangriento esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve o se deshace.
Al pie de la cruz María
está con dolor constante,
mirando al sol que se pone
entre arreboles de sangre.
Con ella su amado primo
haciendo sus ojos mares;
Cristo los pone en los dos
más tierno porque se parte.
¡Oh lo que sienten los tres!
Juan como primo y amante,
como la madre de dios
que lo de Dios, Dios lo sabe.
Alma, mira cómo Cristo
para pedir por su padre,
viendo que a su madre deja
la dice palabras tales.
Mujer, ves ahí a tu hijo:
y a Juan, ves ahí a tu madre;
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, que favor tan grande!.
Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a acabarse,
sed tengo dijo a los hombres,
sed de que el hombre se salve.
Corrió un hombre y puso luego
a sus labios celestiales
con una caña una esponja
llena de hiel y vinagre.
En la boca de Jesús
pones hiel, hombre, ¿qué haces?
mira que por ese cielo
de Dios las palabras salen.
Advierte que en ella puso
con sus pechos virginales
María su blanca leche,
mucha dulzura suave.
Alma, sus labios divinos,
cuantos vamos a rogarle,
aunque con vinagre y hiel
darán respuestas suaves.
Llegad a la Virgen bella
y decidla con el ángel:
Ave, quitad su amargura
pues de gracia sois el ave.
Sepa el fruto al vientre santo
y a la dulce palma el dátil,
el alma tiene a la puerta,
no tengan hiel los umbrales.
Y si dais leche a Bernardo
porque su madre os alabe,
mejor Jesús la merece,
pues madre de Dios os hace.
Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios habladme.
Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y perdonarme.

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