A
Cristo en la Cruz y las siete palabras
(Lope de Vega)
¿Quién es aquel
caballero
herido por tantas partes,
que está de morir tan
cerca
y no le conoce nadie?
Jesús Nazareno dice
aquel
rotulo notable:
¡ay Dios! que nombre tan dulce
no merece
muerte infame.
Después del nombre y la patria
rey dice más
adelante;
pues si es rey, ¿cómo de espinas
han osado
coronarle?
Dos cetros tiene en la mano,
mas nunca he visto
que enclaven
a los reyes en los cetros
los vasallos
desleales.
Unos dicen que si es Dios
de la cruz descienda y
baje,
y otros, que salvando a muchos
a si no puede
salvarse.
De luto se cubre el cielo
y el sol de sangriento
esmalte,
o padece Dios, o el mundo
se disuelve o se
deshace.
Al pie de la cruz María
está con dolor
constante,
mirando al sol que se pone
entre arreboles de
sangre.
Con ella su amado primo
haciendo sus ojos
mares;
Cristo los pone en los dos
más tierno porque se
parte.
¡Oh lo que sienten los tres!
Juan como primo y
amante,
como la madre de dios
que lo de Dios, Dios lo
sabe.
Alma, mira cómo Cristo
para pedir por su
padre,
viendo que a su madre deja
la dice palabras
tales.
Mujer, ves ahí a tu hijo:
y a Juan, ves ahí a tu
madre;
Juan queda en lugar de Cristo,
¡ay Dios, que favor
tan grande!.
Viendo, pues, Jesús que todo
ya comenzaba a
acabarse,
sed tengo dijo a los hombres,
sed de que el
hombre se salve.
Corrió un hombre y puso luego
a sus
labios celestiales
con una caña una esponja
llena de hiel
y vinagre.
En la boca de Jesús
pones hiel, hombre, ¿qué
haces?
mira que por ese cielo
de Dios las palabras
salen.
Advierte que en ella puso
con sus pechos
virginales
María su blanca leche,
mucha dulzura
suave.
Alma, sus labios divinos,
cuantos vamos a
rogarle,
aunque con vinagre y hiel
darán respuestas
suaves.
Llegad a la Virgen bella
y decidla con el
ángel:
Ave, quitad su amargura
pues de gracia sois el
ave.
Sepa el fruto al vientre santo
y a la dulce palma el
dátil,
el alma tiene a la puerta,
no tengan hiel los
umbrales.
Y si dais leche a Bernardo
porque su madre os
alabe,
mejor Jesús la merece,
pues madre de Dios os
hace.
Dulcísimo Cristo mío,
aunque esos labios se
bañen
en hiel de mis graves culpas,
Dios sois, como Dios
habladme.
Habladme, dulce Jesús,
antes que la lengua os
falte,
no os desciendan de la cruz
sin hablarme y
perdonarme.
desescala la tragedia,
aplana llanto y lamentos,
monitoriza mi pena