(Para Lucía)
En 1931, en España,
las mujeres podían ser elegidas diputadas, pero carecían del derecho de
sufragio activo. Margarita Nelken, del PSOE, Clara Campoamor del Partido Radical y
Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, fueron las primeras mujeres en
obtener un escaño, votadas por hombres.
1 de octubre de 1931,
las Cortes debaten el derecho de voto de las mujeres. Lo rechaza, por la
izquierda, Victoria Kent.
Clara Campoamor,
republicana de centro por el Partido Radical, defiende el derecho al voto.
Estos son los
argumentos que expone en el debate Victoria
Kent: "Creo que no es el momento
de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento
crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Quiero significar a la Cámara que el
hecho de que dos mujeres se encuentren aquí reunidas opinen de manera
diferente, no significa absolutamente nada, porque dentro de los mismos
partidos y de las mismas ideologías, hay opiniones diferentes (...). En este
momento vamos a dar o negar el voto a más de la mitad de los individuos
españoles y es preciso que las personas que sienten el fervor republicano, el
fervor democrático y liberal republicano, nos levantemos aquí para decir: es
necesario, aplazar el voto femenino (...). Señores diputados, no es cuestión de
capacidad; es cuestión de oportunidad para la República (...). Pero hoy,
señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer".
El
discurso de Clara Campoamor tiene
una inmensa fuerza:
"Señores diputados,
lejos yo de censurar ni atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent;
comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en
el trance de negar la capacidad inicial de la mujer… Creo que por su
pensamiento ha debido de pasar de alguna forma la amarga frase de Anatole
France, cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la
necesidad, iban al Parlamento a legislar en contra de los suyos. (…) Al hablar
de las mujeres obreras y universitarias ¿se va a ignorar a todas las que no
pertenecen a una clase ni a otra? ¿No sufren éstas como las otras las
consecuencias de la legislación? ¿No recae sobre ellas toda la consecuencia de
la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida
y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que
necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad?”
…“Yo, señores diputados, me siento ciudadano
antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la
mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a
la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa,
será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay
sino que empujarla a que siga su camino".
… "Aunque no queráis y si por acaso
admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo
y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad
masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de
hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento
que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay
incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros […] Desconocer esto
es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero
sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo
por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a
vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner
al margen a la mujer".
Margarita Nelken,
socialista que ha obtenido también un escaño, pero no ha tomado aún posesión
del mismo, no interviene en el debate. Sin embargo, apoya en varias
intervenciones públicas la posición de Victoria Kent y los partidos de la izquierda
parlamentaria.
El artículo 35, que hizo posible que las mujeres votaran,
se aprobó finalmente con 161 votos a favor y 121 en contra.
Hay debate
en el Congreso
sobre
el voto femenino,
para
la izquierda es dañino
a la
causa del progreso.
¡”Aprobarlo es un exceso!”,
Victoria
Kent pontifica
y su
argucia justifica:
“¡yo renuncio a mi ideal
si la España clerical,
con él, sus votos duplica!”
“Aplacemos pues el voto,
neguemos capacidad
por simple oportunidad,
da igual si el plazo es remoto.
Sirvo con fervor devoto
a mi fe republicana
si afirmo que es ciudadana
la que mi credo comparte,
no la que hace de baluarte
de
los tipos con sotana"
Clara
objeta con ardor:
"Su postulado es falaz,
la mujer es ser capaz
y al hombre no es inferior.
Hoy proclamo con vigor:
Ciudadana quiero ser
antes aún que mujer,
y con plena dignidad
maduraré en libertad
votando mi parecer"
“Señora Kent, yo comprendo
la gravísima tortura
que al defender tal censura
su ideal está sufriendo.
Su pesar será tremendo
-poco más y usted se muere
de cólico miserere-
si, de un modo manirroto,
las mujeres dan su voto
a una opción que usted no quiere"
“La libertad se madura
ejerciéndola sin miedo,
y acceder a ella es mi credo
abriendo así la “clausura”.
Recupere su cordura
tomándose una tisana,
no es buena republicana
si excluye su raciocinio
del proceso de escrutinio
por temor a una sotana”
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