todos los días marchaba
a la vera del camino
por ver si allí te encontraba
Pasaste un día a mi lado,
te grité que ciego estaba
y detuviste tu paso
fijando en mí tu mirada
Con ternura preguntaste
qué gracia de tí esperaba,
clamé: “¡Señor, quiero ver!”
y esa gracia me fue dada
Tornó mi ceguera en luz
al recibir tu palabra
y el resplandor de tu amor
me dejó prendida el alma
Terminó mi noche oscura,
mi alma quedó enamorada,
de un brinco salté al camino
y feliz seguí tu marcha
*
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