Les ofrezco una visión humorística de una de las historietas más chuscas que alumbró nuestra Leyenda Negra.
La obra «Piéces intèressantes» del escritor y dramaturgo francés Pierre Antoine de La Place describe la anécdota que trata de ridiculizar la rígida etiqueta de la corte de los Hagsburgo. La historia se relata en este artículo de Protocolo.org. Y su falsedad se revela en este otro artículo del diario ABC.
Protagonizan el relato el rey Felipe III, el Marqués de Tovar, la chimenea del salón y un ausente Duque de Lerma.
Por supuesto el rey no falleció de un sofocón. La muerte le sobrevino por una erisipela.
*
Según la Negra Leyenda
España es rara Nación
que une maldad y ambición
con ignorancia tremenda,
vamos, que no tiene enmienda.
Circulan muchas patrañas
sobre las patrias “hazañas”.
Son historias deformadas
o totalmente inventadas
y algunas bastante extrañas:
*
El rey Felipe Tercero
fue un soberano muy estricto
que a la “etiqueta” era adicto,
cumpliéndola con esmero.
Era asimismo friolero
y le gustaba sentarse
junto al fuego y retreparse
en su silla castellana
con su manta zamorana
para así bien calentarse
*
Mas sus lacayos un día
enorme hoguera atizaron
y el sillón le colocaron
donde el fuego más ardía.
Gran calor el rey sentía,
mas mandaba la etiqueta
mantener la mano quieta
y en el sillón aguantar
sin poderse levantar
guardando impávida jeta.
*
La etiqueta, al parecer,
asignaba la función
de retirar el sillón
según estricto dossier.
No era trabajo de ujier,
tampoco “curro” de conde
ni de barón o vizconde,
ni siquiera de marqués…
pues mover a un Rey los pies
solo a un duque corresponde.
*
En el salón nadie había,
por suerte acertó a pasar
el buen marqués de Tovar
que intuyó que el rey sufría.
Dijo que no le incumbía
sofocar dicha efusión
porque sería inmisión
en una función ducal
y creyó lo más cabal
que aguantara el sofocón.
*
El calor tornaba intenso,
el termómetro subía
y la sangre al rey le ardía
mirando a Tovar muy tenso.
Felipe siguió indefenso
porque el duque allí no estaba
y aunque el “servicio” buscaba
al duque por los salones
explorando sus rincones,
a Lerma nadie encontraba
*
Resultó que, por desgracia,
el duque no estaba a mano
pues un negocio lejano
le ocupaba en Samotracia...
“Le asfixió la burocracia”,
admitirán que es buen lema
para acabar el poema,
mas otro epitafio añado:
“Aquí yace un rey templado
que se abrasó por su flema”
*
(Dedicado a mi hija María)
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