Madrid, 1832. Fernando VII agoniza. A su alrededor se libra una batalla por el Reino entre los partidarios de su hija Isabel y los seguidores de Carlos María Isidro, hermano de Fernando. El drama adquiere tintes de comedia bufa cuando Luisa Carlota de Borbón, hermana de la Reina Cristina y firme partidaria de Isabel, "ayuda" al Rey Fernando a firmar la derogación de la Ley Sálica, lo que permitirá la coronación de Isabel. El ministro Calomarde, partidario de Carlos María Isidro, recrimina a Luisa Carlota su acción.
Desgraciadamente, el sainete palaciego fue el preludio de las terribles guerras carlistas. Pero esa es otra historia.
Si tienen interés por la inspiración de esta escena, les dejo un enlace a una estupenda comedia de D. Pedro Calderón de la Barca, que a buen seguro conocían los dos protagonistas del incidente.
El resto lo encontrarán en las espinelas que les dejo.
Yace
en su lecho de muerte,
de
joven fue Deseado,
viejo
y por muchos odiado,
rifa
de España la suerte
Su
mano se finge fuerte
cuando
la pluma levanta
con
la “ayuda” de la Infanta
Luisa
Carlota y su hermana
Cristina,
la reina hispana,
y
el puño en el folio planta
Firma
sin decir ni pío,
se
acabó la pelotera
Isabel
será heredera
en
vez de Carlos, su tío.
Mas
signar no acaba el lío,
la
firma sólo es legal
si
luce el sello real
y
en su busca va Carlota,
como
Borbona devota
de
la causa liberal
Calomarde
muy enfadado
increpa
a Luisa Carlota
soltando
una palabrota
ante
el Rey que está alelado.
“El
Decreto está firmado
por
un rey ya agonizante
Luisa
Carlota mediante,
pues
quiere dar el poder
de
este Reino a una mujer
¡coño
es delito flagrante!”
Quitar quiere Calomarde
de sus manos el Decreto
mas Luisa lo guarda
prieto,
está el asuntillo que
arde:
¡”Canalla, felón,
cobarde!”,
Luisa Carlota se
enciende
y a Calomarde reprende,
y su ánimo así socava
pues la Borbona es muy
brava,
y el pliego, fiera,
defiende
Da a Calomarde un
sopapo,
-“¿si quiere
usted que repita?”,
dice y la Corte se
agita
con Tadeo hecho un
guiñapo.
Calomarde traga el
sapo:
“Infanta, yo no os
regaño
pues es dicho muy de
antaño
que manos blancas no
ofenden,
...los sopapos no me
encienden,
aunque es cierto que
hacen daño”