Por fin, y después de unos duros días de pesado trabajo que casi terminan con mi proverbial paciencia, el bendito Estatuto que rige los destinos de la clase trabajadora me concede unos días de merecido asueto.
A él me dirijo con pleno entusiasmo.
Por si se aburren, y mientras vuelvo, les dejo con un clásico que fue sol de mi ya lejana adolescencia.
Y como bonus track, otro clásico del gran Don McLean