Marcho
a un curso vespertino
son
las cuatro, ¡qué modorra!
y
encima el tema me torra,
¡maldito
sea mi sino!
La
charla es un desatino,
su
contenido es birrioso,
el
ponente, bochornoso,
su
verbo, zafio y pedante,
la
dicción, balbuceante,
y
el tono, muy fatigoso
Su
discurso exasperante
zigzaguea
sin sistema,
su
impericia es tan extrema
que
llega a ser hilarante.
La
audiencia torna menguante,
pues
quien puede se da el bote
sin
importar que se note,
el
tiempo se paraliza
mientras
la gente agoniza
soportando
tal azote