"Coronel Etienne Gerard -me dijo-, siempre he oído decir que usted es un oficial valeroso y emprendedor.
No me correspondía a mí confirmar semejantes informes y también habría sido una estupidez desmentirlos. No hice, pues, otra cosa que juntar mis tacones con un tintineo de espuelas y saludar:
- Es usted también un jinete excelente.
Admití que lo era.
- Y la mejor espada de las seis brigadas de caballería.
Massena era un hombre que llevaba fama de estar siempre informado con exactitud"
Gerard viene a España como capitán primero de los Húsares de Conflans. En Zaragoza protagoniza una hazaña extraordinaria que decide narrar en sus memorias. Sus lectores seremos por tanto los primeros en escuchar esta historia "con excepción de dos o tres hombres y de un par de veintenas de mujeres".
La profunda impresión que produjo en toda Europa la dureza de los Sitios de Zaragoza perdura 100 años después en la descripción que Conan Doyle pone en boca del viejo Gerard:
"La enorme ciudad se hallaba ocupada por una horda numerosísima de españoles: soldados, campesinos, clérigos, animados todos del odio más feroz contra los franceses y de la más salvaje resolución de perecer antes que rendirse... Jamás hubo un sitio como aquél, porque lo corriente es que, cuando las fortificaciones caen en poder del sitiador, la ciudad se entrega, pero en Zaragoza la verdadera lucha sólo empezó cuando hubimos tomado las fortificaciones. Cada casa era un fuerte y cada calle un campo de batalla..."
Gerard entra en Zaragoza embutido en un sayal franciscano. Después de diversos azares, Gerard consigue volar el polvorín y logra la felicitación del Mariscal Lannes y el respeto de sus compañeros de regimiento.
Conan Doyle convierte la narración de la aventura en un puro pretexto para resaltar la altanería, el alto concepto de sí mismo y el valor desmedido e inconsciente de Gerard, que se presenta voluntario a la casi imposible misión para demostrar a los oficiales de su Regimiento, que le han recibido con indiferencia, quién es él. El bucle se cierra con el reconocimiento y la admiración de sus compañeros de armas.
No es es uno de los mejores relatos de Gerard. Por supuesto no resiste comparación posible con el titulado "De cómo Gerard mató el zorro". Sin embargo no deja de ser una curiosa e interesante visión de los Sitios de Zaragoza surgida de la genial pluma de Sir Arthur Conan Doyle.