jueves, 30 de octubre de 2014

Aforismo del día


Pablo César, acompañado de sus aguerridas huestes hispánicas de las tribus Podémicas, se encuentra en la orilla de la Carrera de San Jerónimo (margen izquierda, lado de impares).


Atisba a vislumbrar en la acera de los pares a algunos Pares que, ataviados con las togas que acreditan su pertenencia a la Casta e investidos de todos los privilegios y prebendas que ello comporta, se dirigen a sus escaños.

Tras laminar las dudas de algunos de sus tribunos que le recomiendan debatir en Asamblea el diseño estratégico para el mejor cruce de la calle, mandando a estos tribunos a pelar patatas, Pablo César cruza en rojo el semáforo y pronuncia las palabras 

"Alea Casta est"*

*que significa aproximadamente: "¡se van a enterar estos tíos!"


!"


miércoles, 29 de octubre de 2014

lunes, 27 de octubre de 2014

Aforismo del día





Corrupción en España: “No hay tres que "per cent" no venga

martes, 21 de octubre de 2014

El cielo por asalto

La revolution c'est Moi




En Madrid y en asamblea
para acabar con la casta
que malgasta nuestra pasta
un mensaje se jalea:
¡Marchemos a la pelea,
asaltemos el poder
para el cielo así obtener,
rechacemos el consenso
y aunque Gramsci es algo denso
¡es de izquierdas, qué joder!

Yo rechazo el triunvirato,
es mucho más proletario
que haya un solo Secretario
y, por cierto, es más barato.
Yo detesto el liderato,
soy un simple militante
mas no seré reluctante
me inmolaré por la causa
acepto sin dejar pausa,
seré vuestra voz cantante!”

¿Qué es más asambleario
-se pregunta el alfa macho-
para vencer al ricacho,
que es nuestro gran adversario?
Un líder autoritario
que ostente poder absoluto,
el cielo no espera un minuto,
decidme acaso si miento,
que Echenique está muy lento,
y es muy poco resoluto“

Seamos operativos,
Podemos es muy plural
mas que hable el caporal,
la cosa es ser efectivos:
Los demás, contemplativos,
por táctica y estrategia,
además es cosa regia,
uno parla, el resto calla
y al que se mueva, metralla,
aunque tenga paraplegia”

Un César se os ha ofrendado
en los idus de este octubre
para negarle la ubre
a la casta que ha mamado:
Para mandar he llegado,
no lo haré por vanidad,
sino por pura humildad
de servir a la Asamblea
que ahora mismo me jalea
cual si fuera una deidad”

Hagamos revolución
sin perder centralidad,
lo mio es habilidad,
lo digo sin presunción.
No me pesa la ambición
pero Marx se queda chico
al verme cómo predico
a los parias hoy sin blanca
despojados por la banca
para goce de algún rico”

Cronista

De aire me quedo falto,
mi ser se viste de hielo
cuando escucho hablar de un cielo
que se gana por asalto:
La tiene como el basalto
el tipo de la perilla
que sueña con la Bastilla
tomada por pabloviques
que acaben con los caciques
dando vuelta a la tortilla

domingo, 19 de octubre de 2014

De los perros y sus nombres

La resonancia en los medios de comunicación adquirida por el perro "Excalibur" y el comentario leído hace unos días en un blog acerca de los inconvenientes que pueden presentarse cuando los dueños dan a sus perros nombres de tres o cuatro sílabas, dejando de lado la sensata tradición de llamarlos con monosílabos (Zas, Tom, Zar) o, todo lo más con bisílabos  (Otto, Archie, Buster, Cleto...), me llevaron a recordar una anécdota que escuché de boca de mi abuelo, avezado cazador que tenía una preciosa perra pointer que se llamaba “La” – y a la que todos llamábamos “la La”-.
Decía el viejo cazador, con clara intención didáctica, que él había conocido en sus tiempos mozos -allá por los años de la Restauración- a un acérrimo partidario del partido conservador de D.Antonio Cánovas del Castillo, y a la vez aficionado a la caza menor que, por inquina al partido rival, había bautizado a su perro de caza con el bonito nombre de “Sagasta”.
Sostenía mi abuelo que la caza menor requiere de una intensa relación entre perro y cazador que, dadas las naturales limitaciones intelectuales de las nobles bestias (los perros), hace muy aconsejable el uso de monosílabos o bisílabos en las interacciones que se suelen dar entre los diversos semovientes que participan en el proceso.
Concluía mi abuelo que el esforzado cazador dueño del perro “Sagasta” tendría un serio problema si el perro, por la emoción de un lance cinegético, procedía a alejarse de él y su legítimo amo y señor pretendiera recobrar el control sobre las emociones del can encelado tras del rastro de un conejo al grito de ¡¡¡Saaaa-gaaaaassss-taaaaaa!!!

La lección se me quedó grabada a fuego.

martes, 14 de octubre de 2014

El Quijote de Avellaneda




Nunca segundas partes fueron buenas, salvo la de El Quijote, … ¿gracias a Avellaneda?



Mi abuelo Manuel fue un enamorado del Quijote de Cervantes, del cual poseía varios ejemplares. Uno de ellos, viejo y gastado, presidía su mesilla de noche y aliviaba su dormir.

Yo contemplaba la pasión de mi abuelo con un cierto escepticismo. No podía ser que ese Quijote del que hablaba con fervor y cuyas sentencias y dichos repetía sin cesar, fuera una obra tan excepcional. ¿No era acaso el mismo tipo que yo había leído en el colegio en una de esas ediciones escolares que entregaron capado el Ingenioso Hidalgo a varias generaciones de niños españoles?

Llamaba de modo especial mi atención que, en su pasión quijotil, no se conformaba con ponderar las dos partes del Quijote (de su boca aprendí el dicho “nunca segundas partes fueron buenas, … salvo la de El Quijote”), sino que, a veces mencionaba otro Quijote, que llamaba “de Avellaneda”, y en el que encontraba gran solaz.
Alguna vez tuve en mis manos su, también gastado, ejemplar del “Quijote de Avellaneda” del que sólo acertaba a comprender que había sido escrito por un tal Licenciado Avellaneda, apropiándose del personaje de Cervantes.

Afortunadamente, el tiempo ha logrado curar algunos de mis vicios de juventud y hace ya unos cuantos -muchos- años que comprendí por fin la pasión de mi abuelo.

La lectura de la primera parte me llevó a la segunda y, en ella, mi desconcierto fue enorme al comprobar que, desde el mismo prólogo, Cervantes hablaba de la existencia y pública circulación de una segunda parte del Quijote que no procedía de su mano sino de la de un tal “Alonso Fernandez de Avellaneda natural de la villa de Tordesillas”, cuyo nombre y origen eran, para el autor del Quijote, falsos. “Si, por ventura, llegas a conocerle, dile de mi parte que no me tengo por agraviado: que bien sé lo que son tentaciones del demonio, y que una de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro, con que gane tanta fama como dineros, y tantos dinero cuanta fama” (II, prólogo, 325)”

Recordé entonces ese Quijote de Avellaneda del que hablaba mi abuelo Manuel y seguí con mucha atención las referencias que Cervantes hacía de él en su obra (así por ejemplo, el Quijote de Cervantes, presencia la corrección de pruebas del Quijote de Avellaneda en una imprenta…)

Todo ello despertó mi interés. Con alguna dificultad localicé en una librería de viejo un ejemplar del Quijote denostado por Cervantes.

Su lectura me conmocionó. No tanto por la calidad literaria, sin duda inferior a la obra de D. Miguel, aunque muy apreciable y divertida, dentro de su trazo grueso. El impacto vino dado porque en Avellaneda están las claves de la segunda parte de Cervantes: El de Avellaneda llega a Zaragoza a participar en las justas de San Jorge, en el Coso zaragozano. El de Cervantes no entra en Zaragoza porque el de Avellaneda ha estado allí y se va a Barcelona. El de Cervantes va a casa de los Duques como trasunto de la estancia del Quijote apócrifo en la corte de Madrid. El quijote cervantino visita a Dulcinea nada más salir de su casa para distanciarse del avellanesco que ha repudiado a Dulcinea (El Caballero Desamorado). Don Quijote se encuentra con una compañía de comediantes que acaba de representar un Auto sacramental de Lope de Vega, del mismo modo que el caballero de Avellaneda se había encontrado con una compañía de comediantes que representaban El testimonio vengado del mismo Lope. Don Álvaro Tarfe, que aparece en el capítulo 72 de Cervantes, es personaje principal del Quijote de Avellaneda….

Resulta por ello, en mi opinión, recomendable para todo lector cervantino que desee captar en plenitud la esencia de la segunda parte de Cervantes, la lectura previa del Quijote de Avellaneda.

Les aseguro que no les defraudará

Unas notas para terminar. ¿Quién era en realidad “Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”?

Con toda seguridad sabemos que ni se llamaba así, ni era natural de la villa de Tordesillas.

Sí sabemos que Cervantes lo conocía y que pretendió dar, en el propio Quijote, claves suficientes para identificarlo, claves que, sin embargo, han generado mucha confusión de modo que se han sugerido muy diversas autorías: Pedro Liñán de Riaza, Baltasar Elisio de Medinilla, Lope de Vega, Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, Jerónimo de Pasamonte, Cristóbal Suárez de Figueroa….

De entre todas ellas, y sobre todo a partir de los estudios de Martín de Riquer, ha cobrado fuerza la tesis de la atribución de la autoría al soldado y escritor aragonés Jerónimo de Pasamonte, cuya figura se identifica con la de Ginés o Ginesillo de Pasomonte, galeote en la primera parte y Maese Pedro en la segunda del Quijote cervantino.

Esta polémica tiene su reflejo en el mundo de la ficción en una hermosa novela escrita hace unos cuantos años por Alfonso Mateo-Sagasta, “Ladrones de tinta”, cuya lectura también les recomiendo.

  Ladrones de tinta


El estudioso Joaquín Melendo Pomareta ha aportado algunas curiosas claves sobre la posible autoría de Jerónimo de Pasamonte

Unos datos de interés: Pasamonte nació en Ibdes (Zaragoza), pueblo de la Comunidad de Calatayud, el 8 de abril del 1553. Participó, como Cervantes, en la batalla de Lepanto (1571), y fue capturado por los turcos en 1574, permaneciendo cautivo 18 años. Su liberación se produjo en 1592. Escribió unas memorias, Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte.

El Quijote de Avellaneda, en su camino a las justas de San Jorge de Zaragoza, penetra en Aragón por la Comunidad de Calatayud y el relato de sus aventuras incluye descripciones muy fidedignas de algunos lugares que Avellaneda debía conocer muy bien, ya que se trata de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes, su localidad de nacimiento.

Así, Melendo Pomareta cita un pasaje del Quijote de Avellaneda

 “Llegaron en esto al lugarcillo... y llegados a su mesón, se apearon en el todos por mandato de Don Quijote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que se había juntado a ver su figura. Entre los que allí a esto habían acudido, no habían sido de los postreros los dos alcaldes del lugar; el uno de los cuales, que parecía más despierto, con la autoridad que la vara y el concepto que él de sí tenía le daban, le preguntó, mirándole:

-Díganos vuesa merced, señor armado, para dónde es su camino y cómo va por éste con ese sayo de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi conciencia que ha años que no he visto a otro hombre con tal librea cual la que vuesa merced trae. Sólo en el retablo del Rosario hay un tablón de la Resurrección, donde hay unos judiazos despavoridos y enjaezados al talle de vuesa merced; si bien no están pintados con esas ruedas de cuero que vuesa merced trae, ni con tan largas lanzas” (Avellaneda, capítulo XXIII).



Sarga de la Resurrección (4,50x2,70 ms.)
Iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes.


Otra curiosa descrición recogida por Melendo Pomareta: Sancho se refiere también al altar de la Virgen del Rosario:

En mi lugar tenemos también una iglesia que, aunque es chica, tiene muy lindo altar mayor y otro de Nuestra Señora del Rosario con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto, con un gran rosario alrededor, con los padres nuestros de oro, tan gordos como este puño(Avellaneda, capítulo VIII).

Virgen del Rosario (s. XVI)
Iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes.

¿Sorprendente, verdad?

Les ofrezco algunas referencias bibliográficas de interés: